Ángel Tepec
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Al llegar
todo me era raro, pues era mi primer día en la escuela. Hola, dije, no los esperaba
chavos. Eran mis compañeros de la primaria: Carlos, José Antonio, José Alfredo,
Jhoan y Mónica, mis compañeros con quien me juntaba y hablaba más.
Horas más
tarde partí hacia mi casa caminando con mis audífonos a todo volumen, pero
sentía que alguien me seguía. En eso recordé una leyenda que decía que no debía
voltear hacia atrás porque moriría al instante. La leyenda continuaba diciendo
que para contrarrestar la muerte debía pronunciar tres veces, con voz clara y
segura: “Ántoni, cuando estés solo sentirás que algo o alguien te observa”.
Al recordar
la leyenda también recordé que ya lo había dicho pero no quise voltear, fue
como si alguien quisiera que volteara, pero no lo logró. De repente casi me
atropella un automóvil, por fortuna me salvé.
La mañana
siguiente fui al baño mientras pensaba en la leyenda, me paré frente al espejo
y con miedo repetí tres veces “Ántoni…”, pero en ese momento me sorprendí y me
asusté cuando vi en el espejo dos pares de ojos: de niño y de gato.
Pasó una
semana de haber visto los ojos y pensé que en realidad nada había pasado, todo
estaba normal, pero como todas las historia de terror que he leído, casi
siempre la pesadilla vuelve a comenzar, aunque pensaba que esa era la excepción,
que equivocado estaba.
El siguiente
lunes que desperté para ir a la escuela escuché piedritas en la ventana de mi
cuarto, por lo que me asomé. No había llegado a ésta cuando escuché el grito de
mi mamá: “Luis, despiértate, ya es tarde”. No llegué a la ventana porque bajé a
desayunar, luego a la escuela.
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Por la
tarde ya en casa abrí hotmail y vi un correo de una persona desconocida, el
asunto del mensaje decía: “¿Me puedes ver?”. El contenido del correo
continuaba: “Yo también puedo verte”. En ese momento recordé la sombra. Esa fue
mi sorpresa, pero me sorprendí más cuando vi unos ojos como los que días atrás
había visto en el espejo de mi baño.
Pasaron tres
días sin que pudiera dormir bien, empecé a tomar grandes cantidades de cafeína,
me cortaba los brazos y gritaba al vacío.
El último
día de mi existencia fue cuando volví al baño donde todo empezó. Me paré frente
al espejo, observé fijamente y escuché una voz tenue en mi oído: “Te estaba
esperando”.
esta genial no lo puedo creer
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