viernes, 6 de julio de 2012

¿Dentista? ¿No debería llamarse torturador?

Una chimuela (Sabina Zaven)


taringa.net
No existe otra cosa que me dé más miedo que visitar al dentista, basta con el simple hecho de entrar a una sala donde hay un montón de aparatos punzocortantes. Luego te obligan a recostarte en una silla que recuerda a las que había en los sanatorios de hace siglos.

Llega el momento en que el graduado en tortura procede con su maquinaria pesada a taladrar y mutilar la parte dañada o afectada, según dicen estos expertos.

Logran adormecer tu boca con algodones húmedos si tienes suerte, sino, ¡prepárate! A tu boca llega una aguja del tamaño de tu dedo medio.

El torturador, perdón, cirujano dentista, hace lo necesario para detener el sangrado después de haber trabajado en tu boquita abierta todo el tiempo.

Finalmente puedes salir de la sala de tortura con un enorme pedazo de gasa en tu boca y con tu diente guardadito en un estuche de ratoncito con la intención de disminuirte el dolor.

Lo único que me alegra de este trabajo pesado es que a uno le recetan litros de helado y comida aguada.

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