El lunes 16 de julio de
2012. Me levanté, mmmmm, como a las 7:30 con entusiasmo y emocionado porque iría
al Zócalo. Siempre que he ido al Centro lo había hecho en plan de echar relajo,
en el buen sentido eh. Me bañé para ir a trabajar y de inmediato partí, antes saludé
a mis vecinos. Llegué a la chamba a las 7:30, descargué cuatro camionetas, cada
una con 35 cajas de frutas distintas, siete rollos de tubo, 10 tablones de
madera, y algunas lonas. Sólo armé dos puestos pues ya era hora de irme al
Zócalo. Pero antes fui a la casa a cambiarme. Como relámpago salí hacia el
mercado Mixcoatl, donde ya me esperaban.
Abordamos el micro rumbo del
metro Constitución (de 1917), al subir me percaté que los pasajeros son
engreídos, hipócritas, con rostros resentidos pero también hay quienes son
nobles. Finalmente llegamos al metro, qué bueno, estaba impaciente por llegar.
En el transcurso fui pensando, analizando, viendo y reflexionando que todo ser
humano cuenta, que vale la pena.
Al llegar al metro me di
cuenta que no tenía boletos y en la fila había demasiada gente, en ese momento
ya eran las 9:45, esperamos durante 15 minutos a otros compañeros… nadie llegó.
Finalmente abordamos rumbo al Centro, pero antes ya nos esperaban otros chavos
en el metro Escuadrón 201.
Llegamos al metro Revolución
alrededor de las 11:20. Caso aparte, quiero comentar que en el metro existe
mucha seguridad, hay varias cámaras y oficiales que son buena onda siempre y
cuando te dirijas a ellos con respeto y humildad.
Fotografía. Daniel Ávila |
Salimos hacia el monumento a
la Revolución, allá entrevistamos a personas que fueran vacacionistas, entrevisté
a cuatro personas, entre éstas había un argentino, me cayeron muy bien. Debo
mencionar que mis compañeros me apoyaron. Tras un rato de entrevista cominos y
luego caminamos hacia Bellas Artes.
En el patio del museo
estuvimos un rato tratando de entrevistar a más gente, pero no tuvimos suerte. Y
como el sol pegaba a plomo decidimos sentarnos a la sombra. De ahí caminamos
por la calle Madero hacia la Plaza de la Constitución. Ahí el maestro nos dio
chance de agarrar caminos distintos para luego de 15 minutos encontrarnos en la
entrada de la catedral. Yo caminé con el profe, ¡cha!
Fotografía. Daniel Ávila |
Una vez que nos reunimos
comenzamos el viaje de regreso. Llegué a mi unidad -lugar donde vivo-, saludé a mis vecinos y
me fui a casa. Dejé mi mochila en la sala y salí de inmediato a ver a Marilú -la
señora con quien trabajo-, para preguntarle si íbamos a trabajar, me dijo no,
“voy a salir”.
Después de una hora me vi
caminando por la Avenida Benito Juárez; alrededor de las 20:30 llegué a mi
hogar, cálido y fresco, pero antes saludé a mis vecinos. Mi mamá me preguntó
que si había comido, respondí, no. Me preguntó, ¿vas a comer? Respondí sí,
aunque yo tenía la intención de hacerlo más tarde. Mientras pensaba lo que más
tarde comería mi madre me dijo “pues sírvete porque no llegó la chacha”.
Jajajajaja, me reí y mi mamá se molestó, me dijo: “Cállate niño que no me dejas
oír”. Como entendí que a mi mamá le gusta mucho la telenovela decidí guardar
silencio y me metí a bañar. Más tarde cené y al poco rato me acosté a dormir,
tardé mucho en conciliar el sueño.